Llegada del batuque a Brasil
Cuenta la historia de Porto Alegre, que en 1860 aproximadamente, llega a esta ciudad un príncipe de la familia real de Ajudá de la actual República de Benín, de tradición cultural Jéjè.
Se le conoció como Príncipe Custodio y su nombre era José Francisco Custodio de Almeida.
Este príncipe instaló su casa de religión en la capital del estado, llamaba la atención por su forma de vestir y era visitado por la alta sociedad de la época.
Tenía caballos y varios carruajes que utilizaba para su transporte personal, despertando la admiración de toda la ciudad.
Una cosa si es importante resaltar, al igual que sus ancestros, tenía varias mujeres con quienes vivía en la misma casa y tenía varios hijos con cada una de ellas.
El lugar donde estaba situada su casa es conocido como la Ciudad Baja (cidade Baixa). Este príncipe de Benín, de la Nación Jéjè, toma trascendencia en Porto Alegre porque no solamente las más importantes personalidades de la época lo frecuentaban, sino que el propio gobernador de la época, Borges de Medeiros, era su hijo de Santo y además se dice que era hijo de Ogún con Ihanza. El propio gobernador concurría a las festividades, ya que era algo muy común en esa época que diferentes políticos se acercaran a la religión africana.
Lo más impactante, era que el Príncipe Custodio había asentado un Bará en el Palacio Piratiní para que se abrieran los caminos del gobierno de ese entonces.
Este asentamiento aún hoy existe, lo que no se dice o se sabe, donde fue realizado.
Envuelto en el misterio, murió en Porto Alegre, el 28 de mayo de 1935, 104 años de edad. Su certificado de defunción está en el Cementerio de la Santa Casa de la Misericordia.
El Batuque en el Uruguay
Las fronteras en común con Artigas y Rivera, hicieron que el Batuque de Rió Grande del Sur ingresara a través de ellas al territorio nacional de Uruguay.
El primer baluarte religioso del Batuque se encontraba en Sant’Ana de Libramento, ciudad fronteriza con Rivera.
Allí, antes de que se fundara el primer Ilê (casa de religión) varios iniciados en el Batuque de las naciones Jéjè existían en lo que nosotros clasificamos como la primera etapa.
Esta primera etapa se desarrolla dentro de una casa, más precisamente en una habitación dedicada al culto.
Se dice que Mae Matilde de Iemanjá convoca al Babalorixá Joao Correia Lima (Pai Joao do Bará) para solucionar un problema espiritual de la Mae Teta.
Este simple hecho, marcó una importante parte de la historia del Batuque en todo el territorio de la República Oriental del Uruguay.
El Pai Joao do Bará, procedente de una humilde familia de Porto Alegre, de profesión picapedrero, analfabeto, así decía su documento de identidad (1964), ingresó en la Nación de Jéjè de manos de la Mae Chininha de Aganju de Ibeijis, descendiente de esclavos.
Distintos grupos de Batukes
primero, la gran nación yoruba, integrada por los Nagô, Ijexá, Keto, Oyó, Jeje, Jeje-Nago, Mina-Jeje, Muzurumim.
Todos estos de origen sudanés, provenientes de la llamada costa de esclavos e integrada por los países de la República Popular de Benin (ex Dahomey) y la República Federal de Nigeria.
El segundo gran grupo era de origen bantú, perteneciente a Congo, Angola, Mozambique, y las mezclas resultantes de la unión de ellos.
Los yorubas se impusieron sobre todos los demás implantando su lengua, sus dioses (orixás) y muchas de sus ceremonias y rituales.
Estas religiones procedentes de las diferentes ciudades de Nigeria, todas de lengua yoruba, llevan el nombre de las ciudades de este país pues representan las naciones o las costumbres tradicionales de cada ciudad.
Por esta razón, aparecen los oyós, que son oriundos de la ciudad del mismo nombre, donde se cultúa al orixá Sango (Xango).
Los cabinda hacen referencia al nombre de una isla frente a Angola; son, por ende de tradición bantú. Adoptan por transculturación las tradiciones de los yorubas hasta la propia lengua.
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